Hoy después de cuatro meses de
cuarentena salimos con mi esposa al centro de Fusagasugá. Un sábado. Encontramos
un ambiente tan diferente, pocas personas y cubierta la cara, ya es más difícil
identificar y saludar a los amigos. Sin encontrar donde tomarse el un tinto o
quizás degustar un plato de comida, en un ambiente diferente, pues varios de
ellos desparecieron, no pudieron sobrevivir por efecto del covid 19 y los demás
medio abiertos, atendiendo a tal cual cliente que tiene la osadía de ir hacer
compras.
Da nostalgia ver el parque sin el
ruido y las travesuras de los niños. La casa de Dios cerrada y todos tan
prevenidos para no ser contagiados por ese agente microscópico que ha echo que
el mundo se detenga y de un cambio en la forma de vivir.
Ahora solo espero que pase este
momento y vuelva a encontrarme con esa Fusagasugá activa, dinámica, ver mis
familiares, amigos, colegas y paisanos. Tomarnos un tinto y compartir nuestros
sueños con el ruido de los niños y el sonar de las campanas, en la plaza
principal.
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